La demanda de vivienda está relacionada con tres momentos importantes que configuran el ciclo del hogar: creación, transformación y disolución. El presente artículo se centra en el análisis de la primera fase del ciclo: la de creación de nuevos hogares. Este momento viene definido por el proceso de emancipación, cuando la persona abandona el núcleo familiar de convivencia para crear un nuevo hogar.
La edad media de la emancipación en España se sitúa en los 29,3 años, casi tres años por encima de la media europea (26,6 años). Como observamos en el gráfico 1, España es uno de los países europeos donde los jóvenes se emancipan más tarde, solo superado por Malta, Croacia, Eslovaquia, Italia y Grecia. Por este motivo la emancipación tardía de la juventud española es un tema de especial preocupación, desde incluso antes de la crisis.
Los factores inhibidores de la emancipación y el consiguiente aumento de la edad media de emancipación en España inciden directamente, entre otros factores, en el descenso de la fecundidad (Leal Maldonado, 2010; Alguacil Denche et al., 2013). En el marco de los países de la Unión Europea, España tiene una de las tasas de fecundidad más bajas (1,3 hijos por mujer en España frente a 1,6 de media europea), y una edad media de ser madre de las más altas (31,9 años en España, frente a 30,5 de media europea) (Eurostat, 2015).

Si se centra la atención en aquellos jóvenes que toman la decisión de emanciparse, se puede observar el impacto de la situación económica y del mercado inmobiliario en la edad en la que tiene lugar. Al analizar la evolución de la edad de emancipación de los jóvenes de España entre los años 2000 y 2015, se percibe que durante el período de bonanza económica se produjo un descenso, llegando a los 28,3 años en 2009, la edad más baja del período. Esta situación coincide con la tasa de emancipación para jóvenes entre 18 y 34 años más alta desde 1980, del 46,5% (según datos de informes del Observatorio Joven de la Vivienda, OBJOVI ). El cambio de tendencia coincide con la facilidad de acceso a los créditos baratos durante el boom inmobiliario, que facilitaron el acceso a la vivienda a pesar de su sobreprecio y la elevada temporalidad en el mercado de trabajo.
Sin embargo, con el aumento del desempleo juvenil en los años posteriores, los altos precios de compra han supuesto importantes dificultades para mantener el proyecto de emancipación. En muchos casos se ha producido el efecto bumerán, por el que los jóvenes se han visto obligados a interrumpir la emancipación y retornar a la vivienda familiar.

A partir de 2010 vuelve a aumentar la edad media de emancipación, situándose en 29 años al cabo de un lustro. Este cambio de tendencia se ve reflejado también en la evolución de la tasa de emancipación, que en 2016 baja hasta el 36,5%, diez puntos por debajo de 2009 (datos de OBJOVI).
Existen dos grandes perspectivas que, si se combinan, explican el retraso de la edad de emancipación. La perspectiva estructural pone el énfasis en tres aspectos relacionados con la forma en que se organiza la estructura social: períodos de formación cada vez más prolongados (que retrasan la incorporación al mundo laboral), condiciones laborales de precariedad y bajos salarios, y elevado precio de la vivienda (tanto en propiedad como en alquiler). La perspectiva institucional analiza aquellas cuestiones que tienen que ver con decisiones institucionales, como las leyes y las políticas dirigidas a la juventud en diferentes materias. El objetivo de este artículo es identificar aquellos condicionantes que explican la tardía emancipación juvenil desde ambas perspectivas.