Hay que mencionar, en primer lugar, que el nivel de apoyo a cada una de las políticas analizadas es muy distinto: mientras que solamente un tercio de los encuestados da un apoyo activo a la medida de prohibir los automóviles que emitan CO2 en 2029, en el caso de la medida del agua la tasa de apoyo se dobla y alcanza los dos tercios. Así pues, una primera conclusión es que el apoyo de los ciudadanos a las medidas contra el cambio climático depende significativamente del tipo de medida propuesta, al margen incluso de que esta afecte o no a la persona interpelada.

Aparte de esta primera consideración sobre el impacto del tipo de medida en el apoyo que le prestarían los ciudadanos, el análisis de los cinco factores pone de relieve algunos elementos interesantes a la hora de diseñar políticas públicas eficaces.


En concreto, los datos muestran que:
Efectivamente, el factor más importante es la percepción que tienen las personas de la eficacia de la medida: cuanto más alta es la eficacia percibida, mayor es el apoyo activo que cosecha.
Y si bien este efecto es incluso superior cuando los ciudadanos no se sienten directamente afectados por la medida, el análisis sugiere que, aun en los casos en que esta medida comporte un cambio de hábitos importante, la lógica de la eficacia se mantiene: cuanto más probable es, según la percepción de los ciudadanos, que la medida alcance efectivamente los objetivos que se propone (por ejemplo, reducir las emisiones de CO2 o el consumo de agua), mayor es el apoyo a la iniciativa.
Así, cuanto más responsable se siente una persona y más compelida a actuar contra el cambio climático, mayor es su apoyo a las políticas orientadas a combatirlo. Sin embargo, este efecto es pequeño en las dos medidas analizadas, tanto en el caso de las personas directamente afectadas por la medida como en las que no lo están.
Como cabía esperar, las personas que se sienten más capaces de cambiar sus hábitos —con la finalidad de cumplir con las exigencias derivadas de una medida política concreta— acreditan un mayor grado de apoyo a la medida, si bien, en este caso, solamente a la prohibición de los coches que emitan CO2 en 2029. Este efecto no se detecta, sin embargo, en relación con la medida sobre el agua.
Una explicación posible de esta divergencia podría ser que la medida sobre el agua tiene por objeto ajustar un comportamiento (en este caso, el patrón de consumo de agua de los españoles) a una situación futura (la escasez de recursos hídricos como consecuencia del cambio climático). Estas políticas de ajuste o adaptación son vistas, generalmente, como una responsabilidad de las administraciones públicas, las cuales deberían adaptar las infraestructuras del país a la nueva situación, involucrando a los ciudadanos solamente de un modo pasivo. El resultado de esta visión es que se minimiza el papel que juega la eficacia personal en la opinión de la gente a la hora de decidir si se apoya o no la iniciativa.
En cambio, la resistencia de la gente a cualquier tipo de cambios no tiene ningún efecto en el grado de apoyo que manifiestan a la medida sobre el agua. Este resultado podría explicarse por el hecho de que las políticas de adaptación, como se ha dicho en el apartado anterior, se asocian en general con esfuerzos bajos a nivel individual. Adicionalmente, la medida analizada en este caso se basa en el empleo de incentivos; así, un «premio» (el descuento en la factura del agua) compensa el esfuerzo individual que supone reducir su consumo.
En cuanto a la medida sobre los automóviles, las personas que más se resisten a cualquier tipo de cambios son ligeramente más proclives a apoyarla que en el caso del agua. Este sorprendente resultado podría deberse a que la gente percibe una cierta compensación entre la exigencia actual de un cambio pequeño (no usar el coche contaminante), frente a la futura exigencia de cambios enormes, derivados de los impactos severos del cambio climático en España.
Contrariamente a lo que podría esperarse, la lejanía con la que las personas perciben los efectos del cambio climático no tiene un efecto directo en el grado de apoyo a la medida sobre los coches, y solo un efecto ligeramente negativo en la medida sobre el consumo de agua (es decir: las personas que no creen en los efectos perniciosos del cambio climático o que, aun aceptándolos, piensan que no van a afectarles personalmente, dan algo menos de apoyo a la medida del agua).
Por otra parte, la lejanía con la que las personas perciben los efectos negativos del cambio climático afecta a otros dos factores: la eficacia percibida de las medidas y el grado de responsabilidad individual percibida de actuar contra el cambio climático. Así, cuanto más lejanos se ven los efectos del cambio climático, más baja es la eficacia percibida de las medidas y menor el sentimiento de responsabilidad individual.
En definitiva, aun cuando el efecto directo de la lejanía con que se perciben los efectos negativos del cambio climático sea nulo o bajo, hay dos efectos indirectos que intervienen en la ecuación: la eficacia percibida de la medida y la responsabilidad personal ante el cambio climático. De este modo, el efecto causal global de este factor en el grado de apoyo a las medidas es considerable y su importancia no puede ser rechazada.