Estudiar los efectos de la crisis económica de 2008-2012 en las actitudes ante la inmigración tiene un enorme interés porque el rechazo al inmigrante está en el corazón mismo de muchos de los discursos populistas actualmente en auge en Europa. Para los investigadores sociales, el estudio de esta crisis resulta además enormemente interesante desde un punto de vista metodológico porque ofrece una especie de experimento natural: un fuerte shock externo que afecta a la vez a todos los países de Europa, pero lo hace con diferentes intensidades. Esta variación en el impacto de la recesión facilita mucho la identificación causal de la relación entre coyuntura económica y actitudes.
En una investigación publicada en Socio-Economic Review (Polavieja, 2016) se analizó el impacto de la primera fase de la crisis en el cambio de las actitudes ante la inmigración de los trabajadores europeos utilizando datos de la segunda y la quinta oleadas de la Encuesta Social Europea, realizadas respectivamente en 2004-2005 y 2010-2011, es decir, antes y después de la primera fase de la recesión, que abarca desde 2008 a 2010 y es la fase más intensa. En el citado estudio se utiliza una muestra representativa de aproximadamente 35.000 trabajadores autóctonos de veinte países europeos.
Estos datos permitieron estimar cuál había sido el cambio promedio en las actitudes frente a los inmigrantes en cada país entre las dos oleadas estudiadas, una vez descontadas las diferencias en educación y estructura de edad y género de la población trabajadora
Todos los trabajadores se encontraban empleados y tenían entre 20 y 64 años de edad. Estos datos permitieron estimar cuál había sido el cambio promedio en las actitudes frente a los inmigrantes en cada país entre las dos oleadas estudiadas, una vez descontadas las diferencias en educación y estructura de edad y género de la población trabajadora. Las estimaciones tenían en cuenta además una larga serie de indicadores subjetivos relacionados con las actitudes frente a la inmigración (ideología política, confianza social, religiosidad, valores igualitaristas y propensión a ser feliz), por lo que el cambio estimado entre las dos oleadas se puede considerar un cambio neto.
El gráfico 1 muestra las puntuaciones medias en una escala de rechazo a la inmigración que va del valor -10 (mínimo sentimiento anti-inmigración) a +10 (máximo rechazo a la inmigración internacional) para el trabajador típico en cada uno de los veinte países del estudio en el año 2004, así como el cambio neto en las actitudes frente a la inmigración producido entre 2004 y 2010. Llamamos trabajador típico a aquél con puntuaciones medias en todas las variables explicativas del modelo (educación, edad, género e indicadores subjetivos de control), es decir, el trabajador más representativo de cada país. ¿Qué encontramos?
En primer lugar, descubrimos que existe una gran variación tanto en las actitudes promedio de partida (2004) como en la intensidad y dirección del cambio. Observamos también que ambos parámetros no están relacionados entre sí, es decir, que la intensidad del cambio durante la crisis no depende de los valores de partida. Fijándonos específicamente en la magnitud del cambio en las actitudes que se produce entre 2004 y 2010, tenemos que destacar el alto grado de variación que se observa entre los 20 países analizados. De hecho, el rechazo a la inmigración entre los trabajadores autóctonos aumentó significativamente en siete países (Irlanda, Grecia, España, República Checa, Hungría, Eslovaquia y Reino Unido), disminuyó significativamente en otros siete (Países Bajos, Polonia, Dinamarca, Alemania, Suecia, Portugal y Estonia) y no mostró variación significativa en los restantes seis. ¿Pueden responder estas diferencias observadas en el cambio de actitud a la diferente intensidad que tuvo la recesión en los distintos países analizados?
