La publicación y el consumo crecientes, en todo el mundo, de fake news (noticias falsas) y piezas desinformativas está favoreciendo a partidos y líderes políticos mediante la utilización de teorías conspirativas y desinformación política para atraer a los votantes. Las narrativas populistas, por ejemplo, echan la culpa de los acontecimientos adversos a grupos poderosos o élites que conspiran para ocultar su influencia del público (Hawkins 2009, Mudde y Rovira Kaltwasser 2012, Mudde y Rovira Kaltwasser 2013). Sin embargo, y a pesar de la importancia creciente de las fake news en la política, todavía se conoce poco sobre qué tipo de personas son más propensas a dar crédito a estas noticias, y aún menos cómo combatir este fenómeno de manera efectiva.
Para arrojar algo de luz a estas cuestiones, se ha llevado a cabo una encuesta experimental con una muestra de 8.000 participantes que representan a la población española en términos sociodemográficos y territoriales. Nos centramos en el papel de las actitudes populistas y conspirativas, examinando si los votantes con altos niveles de semejantes actitudes son más proclives a creer las noticias falsas o resistentes a las correcciones de este tipo de noticias.
El experimento se inició, en todos los casos, con una misma pregunta: saber si la persona encuestada consideraba un hecho cierto que la actividad humana está causando episodios climatológicos extremos. Acto seguido, se presentaban para su lectura varios artículos muy cortos, todos ellos relacionados con noticias falsas que habían circulado en España poco antes de que el experimento tuviera lugar. A efectos de esta investigación, las informaciones se agruparon en cuatro grupos de noticias falsas que difieren en su populismo y el contenido conspirativo (tabla 1). Todos los participantes leyeron una noticia de cada uno de estos cuatro grupos y después tenían que indicar si consideraban que la información mencionada era totalmente, bastante, algo o nada precisa.

El gráfico 1 muestra que el 85% de las personas encuestadas consideraron que la primera noticia, es decir, la información que vinculaba la acción humana a los cambios en el clima, era correcta (de hecho, efectivamente este es el caso). Sin embargo, el nivel de creencia en las otras afirmaciones (todas ellas falsas) resultó muy variado. Un 52,1% de los participantes, por ejemplo, creyeron que los dueños de las patentes estaban reteniendo el suministro de medicamentos contra el cáncer para aumentar los precios.
Por el contrario, solo alrededor de una de cada diez personas (el 11,3 %) dieron por buena la información que anunciaba la sustitución de las clases de lengua por clases de religión en las escuelas. Por otra parte, el 18,6% de los encuestados creían que las vacunas aumentan el riesgo de autismo, una afirmación falsa con implicaciones de salud potencialmente muy serias. Aunque esta cifra es comparativamente baja, sigue siendo preocupante que casi uno de cada cinco encuestados tenga una percepción errónea que podría llevarlos a evitar las vacunas que pueden salvar vidas.

¿Qué tipo de personas son más proclives a creer noticias falsas? ¿Y cuál es el peso que tienen la afinidad al populismo y el pensamiento conspirador? En particular, la retórica populista enfatiza la división entre «la gente» y «las élites» por medio de un discurso maniqueo que conduce a una comprensión polarizada del mundo y la política, articulada en una visión general del «bien contra el mal» que lo explica todo (Mudde y Rovira Kaltwasser 2013, Hawkins 2010). Y la retórica conspirativa se sirve de narrativas que ponen de relieve tramas secretas ensambladas por actores muy poderosos y que se proyectan más allá de la escena política para alcanzar fenómenos sociales de gran amplitud. Medimos estas dos predisposiciones, la afinidad al populismo y la inclinación al conspiracionismo, usando escalas científicamente validadas (Castanho et al. 2019 y Bruder et al. 2013). Para facilitar los análisis, dividimos nuestra muestra en diferentes grupos: encuestados por encima y por debajo del populismo mediano, respectivamente, y encuestados por encima y por debajo del conspiracionismo mediano.
El gráfico 2 muestra que, en términos generales, las personas que pueden ser atraídas por el populismo o el conspiracionismo en un grado elevado responden de modo parecido ante las diversas noticias falsas. Una parte importante tanto de unas como de otras (por encima del 55% en ambos casos) creen la noticia sobre la inseguridad de los alimentos modificados genéticamente, a pesar de que dicha información no implica la participación de ninguna élite. Asimismo, este tipo de personas también se muestran más proclives a aceptar informaciones en las que sí intervienen élites confabuladoras: por ejemplo, las afirmaciones que hacen referencia a pactos entre partidos para bloquear la participación de la oposición, o las que plantean la existencia de operaciones clandestinas de la OTAN o de los propietarios de patentes farmacéuticas con fines lucrativos.
Sin embargo, es interesante destacar que tanto las personas más atraídas por el populismo como las que lo son por el conspiracionismo dieron el mismo crédito que el resto de los participantes a las noticias relacionadas con la modificación del currículo escolar, aun cuando estas dos noticias implicaban la acción de una élite claramente identificada (en este caso, el Gobierno central).

¿Hay, además de las inclinaciones populistas o hacia el pensamiento conspirador, otros aspectos que puedan condicionar la predisposición a creer las noticias falsas? Los resultados de una serie de modelos de regresión, que se muestran en la tabla 2, ponen de relieve una relación digna de ser señalada: las personas que reconocen que buscan noticias en las plataformas sociales (Whatsapp, Facebook, Twitter) son más proclives a considerar como ciertas cada una de las ocho noticias falsas sobre las que se les pregunta.
Si bien estos resultados no pueden tomarse como causales, sugieren que el uso de las redes sociales puede aumentar la exposición y la creencia en las noticias falsas. Las personas que agrupamos como «populistas» acreditan una mayor propensión que el resto a creer cinco de las ocho noticias falsas; en particular, las que se permiten inferir, directa o indirectamente, el papel protagonista de las élites (políticas o no) en la noticia en cuestión. A su vez, las personas con esquemas mentales conspirativos dan un mayor crédito a noticias que sugieren confabulaciones más amplias: los medicamentos retenidos, la fumigación clandestina o el riesgo que suponen los alimentos modificados genéticamente.

¿Hay diferencias partidistas en la creencia en noticias falsas? Efectivamente, destacan los votantes de Vox y Podemos porque se muestran proclives a dar más credibilidad a las afirmaciones que son coherentes con sus preferencias políticas. Esto refleja un proceso psicológico llamado razonamiento motivado: un sesgo cognitivo al procesar información mediante el cual las personas buscan de manera inconsciente validar sus creencias preexistentes (Flynn et al. 2017).
Los resultados sugieren que las evaluaciones afectivas de las élites involucradas en la noticia (del PP en el caso de los votantes de Podemos y del PSOE en el caso de los votantes de Vox), junto con la importancia del problema representado, juegan un papel fundamental para que el encuestado se muestre más proclive a aceptar la noticia falsa como correcta. De manera similar, los encuestados conservadores tienden a dar crédito a afirmaciones falsas cuando se alinean con sus preconcepciones ideológicas.