La desigualdad socioeconómica se ha disparado en todo el mundo, sobre todo en los países industrializados. Se ha expresado mucha preocupación por consecuencias de esta tendencia como el aumento de la pobreza y los riesgos para la estabilidad política, pero los libros de los que hablamos aquí nos enseñan que los costes para las familias también son importantes. La inestabilidad ocasionada por la desigualdad socioeconómica socava las uniones de pareja, particularmente en una era de cambios de roles de género, y el bienestar de los niños se pone en riesgo. Aunque los dos libros no podrían ser más diferentes, comparten este tema y aportan una gran cantidad de pruebas que apoyan esta idea, muchas de ellas muy dolorosas. Sufrimos con estas familias que sufren.
El libro de Philip Cohen, Enduring Bonds [Lazos duraderos: desigualdad, matrimonio, crianza de los hijos y todo lo que hace a las familias grandes y terribles], es esencialmente una compilación de los ensayos que ha escrito durante la última década para su blog. Como tal, el material es algo disperso, aborda los problemas del día a día y se basa principalmente en el análisis de los datos del censo y de encuestas.
El libro de Edin y Nelson, Doing the Best I Can [Lo hago tan bien como puedo: la paternidad en la ciudad pobre], da pasos importantes corroborando el argumento de Cohen. Si bien sus métodos no podrían ser más diferentes (Edin y Nelson hacen entrevistas en profundidad a padres pobres, conseguidas por los autores llevando a su familia a vivir en los barrios pobres que estudian), la descripción que hacen del debilitamiento que producen las fuerzas económicas desatadas por la desigualdad en las relaciones basadas en un compromiso deja claro que decirles a las personas que se casen (aunque hicieran caso) no es suficiente para estabilizar las vidas de las familias que han estudiado. Sin embargo, las dos obras aportan información importante sobre el desafío general de estabilizar los ingresos (reduciendo así, por cierto, el conflicto endémico entre trabajo y familia).
Es un placer leer y estudiar ambos libros. Cohen aborda la gama más amplia de temas. Su uso de las pruebas es a menudo apasionante. Los historiadores de la familia y los científicos sociales han observado la reciente transformación de la paternidad, ya que los niños son cada vez menos valorados por su capacidad de ser pequeños trabajadores útiles y más por su singularidad (véase el estudio de Viviana Zelizer Pricing the priceless child [Calcular el valor incalculable de los hijos]). Para indicar el continuo poder del sexismo, documenta las proporciones de mujeres en las firmas del New York Times, lo que demuestra que a los hombres les resulta más fácil publicar, mientras que las mujeres continúan relegadas a artículos sobre estilo y familias.
Ambos libros abordan con solidez el problema del racismo en los Estados Unidos (también presente en los países europeos). La muestra de padres pobres de Edin y Nelson está aproximadamente equilibrada entre hombres blancos y negros, que a menudo viven en vecindarios cercanos (a pesar del hecho de que los vecindarios en sí suelen ser racialmente bastante segregados). Es evidente que la raza crea diferencias: los padres blancos jóvenes y pobres suelen tener acceso a una red más fuerte de parientes con un empleo estable, que pueden ofrecer más oportunidades de trabajo, vivienda y cuestiones similares que los padres negros en situaciones parecidas, con parientes a menudo aún más empobrecidos, encarcelados o más adictos que ellos (si es que no han sido asesinados).
Como consecuencia previsible, los padres blancos se aferran más a una visión tradicional de la paternidad (fundada en los ingresos masculinos) y a relaciones más distantes entre padres e hijos. Por el contrario, los jóvenes padres negros del estudio han creado colectivamente una nueva visión de la paternidad, dados sus repetidos fracasos en ser «buenos proveedores», que esencialmente implica mantener estrechos vínculos sociales y emocionales con sus hijos, lo que los tradicionalistas incluso podrían llamar un vínculo «madre-hijo». Esto se evidencia en su gran alegría ante una inminente paternidad y en su esfuerzo mucho más intenso que el de los padres de raza blanca para mantener los derechos de visita, cuando las madres de los niños los han abandonado como parejas útiles.